La manifestación silenciosa, el 13 de septiembre
Muchos días de discusión en las escuelas moduló la propuesta del CNH a las asambleas, para que se considerara que esta nueva manifestación se hiciera con absoluto silencio. Los representantes que coincidíamos y éramos afines en el Consejo hicimos como cuatro juntas que duraron de 10 a 14 horas, con las demás corrientes a fin de lograr un consenso; los ultras decían que nuestra propuesta era claudicante y derrotista y los escépticos argumentaban que efectuar un acto así era imposible dado el apasionamiento y frenesí en que nos encontrábamos. Finalmente el acuerdo se logró, más del 85% de las representaciones lo aprobamos, el CNH volvía a consolidarse. Se estableció que con nuestro silencio estaríamos demostrando al gobierno y a todo el mundo que teníamos dirección, que sabíamos cuáles eran nuestras banderas (los seis puntos del pliego petitorio) que éstas respondían a intereses estrictamente nacionales y populares sin influencia ideológica extranjera, que los objetivos eran precisos, con miras elevadas y que con la actitud silenciosa estaríamos demostrando la fuerza de nuestras convicciones y el intenso deseo porque la solución a las demandas se diera en condiciones de paz y entendimiento. En esas jornadas aprendí que cuando las argumentaciones son justas y verdaderas, por estar cercanas a la realidad, la gente por muy irritada que se encuentre recapacita y asume la posición más elevada.
En los días anteriores a esta manifestación la gran prensa nacional, la radio y la TV se dedicaron a crear un clima represivo, anunciando que la convocatoria a dicho acto era una provocación más al gobierno y que el ejército y las policías no lo permitirían, desde helicópteros se hacían caer en las calles de toda la ciudad volantes con informaciones aterrantes en este sentido. A los domicilios de cada uno de nosotros llegaban comunicados invitando a los padres a que no permitieran que sus hijos acudieran a dicha manifestación porque se daría un baño de sangre, etcétera.
La manifestación se había citado para las 16:00 hrs. los contingentes debían situarse por escuelas en las áreas verdes ubicadas a un costado del Museo de Antropología. Eran las 16:30 hrs. y aún no había más de 200 personas. Creímos que la campaña aterrorizante del gobierno había dado resultado; de pronto a un compañero de la ESIME, Anselmo Muñoz, se le ocurrió subirse a uno de los camiones del Poli que llevarían el equipo de sonido y empezó a gritar por el micrófono a una multitud imaginaria, dado que la gente aún no aparecía, diciendo que los contingentes de tal y tal escuela no entorpecieran el avance de los correspondientes a tal y tal escuela, las 200 personas que allí nos encontrábamos no salíamos de nuestro asombro al ver delirar a nuestro compañero, como su voz a traves de las grandes bocinas se reproducía a distancia, hizo creer a quienes se encontraban en la periferia del sitio de reunión, por temor a ser reprimidos, que efectivamente el avance de las columnas ya había comenzado y como si hubieran salido por detras de los árboles o brotado de la tierra, en menos de 10 minutos, se reunieron varios miles, con quienes se iníció la marcha sobre la avenida Reforma. En el punto de salida nos encontrábamos algunos compañeros recordando, megáfono en mano, la importancia del silencio que habíamos acordado.
¡Qué orgullo, qué emoción! aquella última gran marcha, las grandes vallas de pueblo que observaba el paso de los contingentes y aplaudía. Me gustaba recorrer las columnas desde la avanzada e ir sintiendo a la gente. En esa ocasión la expresión hablada se había sustituido por carteles con lemas y dibujos, y por grandes mantas con las efigies de los héroes nacionales y algunas frases con sus ideas. Un buen numero de estudiantes que se sabían aguerridos y descontrolados prefirieron taparse la boca con tela adhesiva para no fallar al acuerdo de hacer esta marcha en silencio. Aunque el dispositivo policiaco y militar era impresionante el sentimiento de dignidad y la convicción de que el objetivo de la lucha era justo y elevado hacía desaparecer cualquier temor; en muchos, muchísimos rostros observé lágrimas que además de expresar dolor y coraje hacían sentir las más hondas emociones que este avanzar silencioso causaba. ¿Qué había en el espíritu de todos nosotros en aquel momento? ¿Que magia producía nuevamente ese paso firme y decidido por las calles de nuestra ciudad a pesar de que éstas se encontraban tapizadas por la propaganda amenazadora? ¿A qué estímulos respondíamos en esos momentos los participantes, para haber hecho del andar en silencio nuestra arma más contundente? Seguramente nos animó la fuerza del amor, el sentimiento de solidaridad y la visión de esperanza además del ideal, al saber que el triunfo de esta lucha sería para beneficio de todos.
Nuevamente el Zócalo quedó abarrotado, la asistencia fue igual o más grande que la manifestación anterior, algunos periódicos hablaron de 500 mil asistentes. En el mitin se reiteró la petición de diálogo público, se analizó la trascendencia que tenía esta lucha por la democracia, poniendo énfasis nuevamente que el movimiento no pretendía impedir la realización de la XIX Olimpiada. Se reconoció que siendo nuestra obligación la de estudiar no estábamos dispuestos a regresar a las aulas mientras el ejército y las policías impidieran el ejercicio de nuestras libertades, también se dijo que siendo hijos de profesionistas, pequeños empresarios, comerciantes, obreros y campesinos, y sabedores de que la educación gratuita la pagan el pueblo, nos sentíamos obligados a expresar lo que él mismo no decía debido al amordazamiento y control político existente. Que si el gobierno no aprovechaba este momento climático para resolver favorablemente el movimiento dañaría gravemente a la nación y que la historia sabría poner en su sitio a cada quien. Se hizo ver que cada vez mayores capas de la población estaban apoyándonos y que ésta se identificaba con los ideales de libertad, justicia y democracia; que si el gobierno en esta ocasión no resolvía, de todos modos el pueblo sabría decidir en qué momento de nuestra vida republicana se implantarían estas condiciones. Que era grave, muy grave la amenaza del régimen de desatar la más brutal represión porque al final, aunque pasara mucho tiempo, la causa de la democracia triunfaría.
La manifestación del silencio además de haber tenido el mérito de ser la expresión más alta del movimiento estudiantil de 1968, pasó a constituirse en un eterno minuto de silencio por los muertos de antes y los que posteriormente a esa fecha el régimen produciría. Aún está en mi espíritu, la reminiscencia de esa extraordinaria marcha: el sonido que los miles de pasos producían con el caminar recio y definido, la fuerza espiritual que transmitió toda esa energía humana reunida a través de la actitud del silencio; la aparente mansedumbre, por la circunstancia de no producir sonidos hablados, contrastaba con el torrente de emoción que reclamaba justicia y comprensión; todos nos hicimos más sensibles a todos, observamos más a nuestros compañeros de marcha conociendo más de nosotros mismos y del mundo que nos circunda.
Es difícil poder transmitir con palabras las maravillosas enseñanzas de esos momentos, son instantes en que se vive y se siente una claridad excepcional, es como si de pronto el espíritu se elevara y viera hasta siempre.
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3 comentarios:
es maravilloso leer el testimonio de aguien que lo vivío creoq ue el 68 fue un año muy importante en la historia y todos y cada uno de los latinoamericanos deberiamos estar concientes de esas fechas que marcan rumbos..
es maravilloso poder saber lo q paso en aquellos dias, meses, a mi parecer fatidicos.
saber como se creo esa mancha escarlata en el alma de mexico
Hoy es 28 de Febrero del 2014. Soy venezolana, y en mi pais se está presentando una situación similar. Que tristeza tan grande Dios! Como un dirigente puede arremeter de tal manera contra su propio pueblo. Pero nada nos detendrá! Ese monstruo ya despertó y nada ni nadie lo calmara hasta conseguir sus objetivos. Dios Bendiga a los estudiantesde Venezuela, son héroes nacionales.
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